
Porque cualquiera que cumpla toda la ley, pero que falle en un solo mandato, ya es culpable de haber fallado en todos [Santiago 2:10 RVC]
La justicia de Dios, por medio de la fe en Jesucristo, es para todos los que creen en él. Pues no hay diferencia alguna, por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios; pero son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que proveyó Cristo Jesús, a quien Dios puso como sacrificio de expiación por medio de la fe en su sangre [Romanos 3:21-25]
Para esa ceremonia se había puesto la camisa más hermosa que tenía, cuyo blanco resplandeciente hacía resaltar los colores de la corbata. Desgraciadamente al guardar su bolígrafo en el bolsillo interior de la chaqueta la tinta hizo una minúscula mancha. El hombre pensó que un poquito de agua tibia disolvería esa mancha, pero la tinta se esparció y la manchita se convirtió en mancha. La camisa ya no le servía para ir a la boda.
Así es mi vida a los ojos de Dios. Está manchada, impropia para estar en su presencia debido a la más pequeña mentira. La mínima falta hace de mí un pecador.
Quizás alguien diga: «¡No compare un criminal con una persona que sólo ha dicho una mentira!». En efecto, hay una gran diferencia entre los dos respecto a la vida en sociedad. Por esta razón la ley penal clasifica las faltaas en diferentes categorías y aplica una mayor sanción según la gravedad de la falta. Pero Dios no juzga según las leyes humanas. Él mira nuestro corazón, pensamientos y acciones. A sus ojos todos, sin excepción, estamos manchados por el pecado y separados de El, estemos o no en la cárcel por el mal que hayamos cometido.
Pero gracias a Jesús, todos podemos ser perdonados. No tenemos necesidad de pagar por nuestros pecados ni purgar la condena que mjerecemos pues Jesús tomó nuestro lugar muriendo en la cruz.
Fuente: La Buena Semilla 2012
Solo una Manchita